La creación y circulación de juguetes a través de tiendas especializadas, fábricas, talleres y su difusión publicitaria es parte integral de los esfuerzos iniciados en el siglo XX para cubrir las necesidades materiales, sanitarias, educativas y recreativas de niños y niñas.
La relación entre diversión e infancia es parte de una transformación social, donde los menores comenzaron a ser objeto de atención en la intimidad de las familias de elite y en las iniciativas públicas y privadas orientadas a los sectores populares.
En las clases acomodadas, se propició la creación de espacios exclusivos para la socialización y diversión de los más pequeños. Se implementaron habitaciones con decoración, juguetes y muebles dentro del hogar y se organizaron eventos como cumpleaños y paseos dominicales.
Estas prácticas impactaron en la expansión del consumo y en el surgimiento de propaganda comercial dedicada a satisfacer los requerimientos de ese segmento de la población, y contrastaron con las condiciones de vida de los niños del mundo popular, que comenzaron a ser denunciadas en el marco de la cuestión social.
Aparecieron informes y reportajes que destacaban su precariedad material, su estado de abandono y vagancia, sus condiciones sanitarias y elevadas tasas de mortalidad.
Para combatir estos problemas se promovieron leyes y acciones que garantizaran la protección y salud de los infantes y su introducción en un ambiente moralizador. Entre ellas, destacan:
- Primer Congreso Nacional de Protección Nacional a la Infancia (1912).
- Ley de Educación Primaria Obligatoria 1920.
- Aumento de la cobertura escolar.
- Asistencialidad escolar.
Se defendió también el derecho a la recreación, pues se sostenía que la diversión era parte de la niñez, ayudaba a canalizar el tiempo libre y a evitar la vagancia.
En esa lógica se propició la entrega de regalos para navidad, la creación de colonias escolares, el levantamiento de plazas de juegos, la aparición de agrupaciones infantiles como los Boys Scouts, Los Pioneros (comunistas) y Los Niños Cruzados (católicos).
Proliferaron así productos especiales para niñas y niños, en los que destacaron los juguetes. El acceso a estos bienes comenzó a ser valorado socialmente, pues se consideraba que eran importantes para la felicidad de los menores:
"Los juguetes comenzaron a ser objetos apreciados, mientras más se asentaba la idea romántica de que los niños 'debían' ser felices, por sobre las diferencias sociales. Tener un juguete era una evidencia de que eso era posible de conseguir. De ahí la importancia que comenzó a adquirir el ritual de regalar juguetes a los más pobres" (Rojas, 2010b: 60).
Estas concepciones sobre el tiempo libre y su uso en la niñez, generaron nuevas prácticas de consumo que se difundieron rápidamente. Hacia 1920 ya se vislumbraba un mercado infantil en las áreas de vestuario, alimentación, limpieza, entretención y estudios.
Este crecimiento se vio favorecido por las expectativas de las clases alta y media, la expansión de especialidades médicas, la valoración social y educativa del juguete y la masificación de la escolaridad.
El Museo Histórico Nacional resguarda una colección de juguetes y fotografías relacionadas con el uso de estos objetos. A través de estas imágenes es posible reconocer prácticas asociadas a la fabricación y usos de juguetes en Chile durante el siglo XX.