La expansión de la industria salitrera experimentada a fines del siglo XIX atrajo a miles de personas motivadas por las promesas salariales y la posibilidad de mejorar sus condiciones de existencia.
A su vez propició un importante desarrollo urbano, productivo y de obras públicas, acompañado de nuevos servicios caracterizado por:
- La construcción de una red de transporte con la implementación del ferrocarril y de puertos.
- El levantamiento de grandes complejos habitacionales para los trabajadores y edificios públicos como escuelas, mercados, gimnasios, teatros, policlínicos y pulperías.
- La creación de fábricas productoras de bienes de capital y de consumo.
Al contrario de sus expectativas, los trabajadores tuvieron que enfrentar un conjunto de adversidades:
- Las oficinas salitreras se encontraban en pleno desierto, lo que generó el aislamiento de sus habitantes.
- Extenuantes jornadas laborales.
- Miserables condiciones en las habitaciones obreras.
- Carestía de los bienes de consumo.
- Mecanización de las faenas.
- Proletarización de la fuerza de trabajo.
Para afrontar estas dificultades reconstruyeron su espacio cotidiano a través de la solidaridad grupal, nuevas formas de relación, organización y sociabilidad (González, 1991).
Estos procesos generaron un escenario propicio para la movilización popular.