La creación de la Academia de Pintura (1849), el desarrollo de la pintura histórica y la puesta en valor de obras del siglo XVIII con contenido considerado histórico (como el trabajo de José Gil de Castro), son fundamentales para entender el arte pictórico como un instrumento pedagógico para la construcción de una identidad nacional por parte del Estado chileno.
La producción generada y relevada fue creando una galería de personajes, hechos y símbolos que debían ser recordados oficialmente, e instaló un conjunto de arquetipos que fueron reproducidos en otro tipo de representaciones.
Dentro de los tópicos más utilizados y difundidos se encontraban los hechos fundacionales que recreaban el origen de la Nación; los héroes, enfatizando su trabajo por la libertad y desarrollo material y espiritual del país; y la Guerra del Pacífico, hito que consolidó la soberanía nacional y despertaba los sentimientos patrios.
Las obras fueron albergadas y exhibidas en diferentes instituciones públicas a lo largo del siglo XIX y principios del XX. Muchas fueron valoradas como instrumento para dar a conocer la historia del país, y llegaron a integrar las colecciones del Museo Histórico Nacional. Actualmente, forman parte de la Colección de Pinturas y Estampas.